«Invisibles» somos todos
Ya han pasado algo casi tres semanas desde que se bajó el telón de la última función de “Invisibles. Los niños del Tiempo”. Desde entonces, han sido muchos los comentarios y felicitaciones que nos han llegado desde todos los medios posibles y que nos han hecho enormemente felices a tod@s los que de, una u otra manera, hemos formado parte de este proyecto.
Vuestros aplausos nos han reconfortado y nos han hecho darnos cuenta que, aquello que parecía una locura hace unos meses, ha merecido la pena. El esfuerzo, el sacrificio, las horas de ensayos, el cansancio acumulado…Todo, todo se nos olvidó cuando vimos las caras de felicidad de nuestros alumnos sobre el escenario.
Porque, sin duda, nuestra mejor recompensa ha sido ver la cara de todos nuestros chicos antes, durante y después de las representaciones. No hay mejor premio que sus sonrisas, ni mayor satisfacción que ver la implicación de todos los chavales. Desde los más pequeños, hasta nuestros jóvenes, esos que han crecido al mismo tiempo que la escuela y de los que nos sentimos tan orgullosas como sus propios padres.
Desde aquí queremos agradecer a todos los que habéis hecho posible “Invisibles”, vuestra implicación con un proyecto que, para nosotras, ha sido mágico. Desde los profesionales que nos han acompañado y que han disfrutado y aprendido de los chicos tanto como los alumnos de ellos. Pasando por todos y cada uno de los niños que han sacrificado tardes de juegos, fines de semana o han cambiado fechas de cumpleaños para darlo todo en cada uno de los ensayos. Y sabemos, que nada de esto hubiera sido posible sin la colaboración, la paciencia y la complicidad de todos los padres. Gracias, y mil veces, gracias, a todos.
Permitidnos que nombremos y agradezcamos de manera especial la labor de Pep Ricart, por su profesionalidad, por su comprensión y por todas sus enseñanzas. A Begoña Tena, por regalarnos una historia conmovedora, que nos llegó y nos tocó el corazón desde el primer momento; por su sensibilidad y su saber hacer tanto arriba como bajo del escenario. A Luis Serrano, por hacernos sentir, por conseguir que sólo con escuchar las primeras notas, se nos pusiera el vello de punta.
A Cristina Fernández, por su energía, su capacidad de trabajo, por convertir cada uno de los instantes compartidos en un motivo de alegría, a pesar de las horas y horas de trabajo, a Manolo Maestro que, aunque llegó al final, se entregó como el que más y nos demostró lo que es un profesional y se convirtió en el mejor Industrial posible. Y a Víctor Antón por crear con su montaje de luces el ambiente perfecto para nuestra historia. No podía haber mejor marco que el que consiguió.
Y por supuesto, a todos los padres y madres voluntari@s que nos han ayudado en cada una de las fases del montaje de este musical, y durante los días de representación, vistiendo, peinando a los peques de tal manera que lograron que sintiéramos que estaban encerrados y explotados en una fábrica perdida del mundo. A los que esperaron en la puerta y ayudaron a acomodar a todos los espectadores, a las que nos ayudaron detrás del escenario, a Nati por ser la mejor “regidora” y mantener el orden en pleno bullicio. A Amparo por inmortalizar todos los momentos vividos y a Silvia, siempre, por todo.
En definitiva, a todos y cada uno de los que nos habéis ayudado a convertir nuestro sueño en realidad. Porque sin vosotros, Invisibles seguiría siendo un sueño. Porque durante todo este tiempo, Invisibles hemos sido todos.
¡Y que el cielo se abra y me lleven las nubes!